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Pupas y crisálidas

Bastante de lo que había para decir sobre este tema ya está puesto en las fichas sobre especies, pero acá va algo más de info.

Las ramitas para pupas y crisálidas

Las orugas que pupan en capullos agarrados de ramitas valoran principalmente las ramitas entrecruzadas, porque ahí pueden encontrar más de un punto de sostén para el capullo.

Para las crisálidas que pupan colgadas, en cambio, no son tan importantes los palitos con muchas ramificaciones y entrecruzamientos, sino que les conviene más que haya una buena oferta de ramitas inclinadas u horizontales, ya que de esa manera la crisálida puede colgar libre.

Con respecto a las pupas que van enterradas, hay que prever que cuando se conviertan en mariposas y salgan de la tierra buscarán un «árbol» por donde subir, y por eso es conveniente plantar algunos palos en la tierra, tal como se ve en la foto de al lado. Hay que decir también que estos son polillones grandes y les molesta tener que subir por palitos muy finitos.

Pupas y crisálidas recién formadas

Las pupas recién formadas son blandas por afuera, y no hay que tocarlas hasta que se endurezcan, porque las podemos deformar fácilmente. En unas pocas horas la cubierta que tienen se vuelve rígida y ahí sí se las puede manipular, aunque tampoco se las puede apretar mucho.

Cómo preparar el tarro de tierra para pupas

Para las pupas que van enterradas, un frasco de esos grandes de aceitunas, de vidrio, sirve bien, pero son mejores todavía los tarros de plástico transparente que se consiguen en los bazares baratos (tipo «todo × $2») y que están pensados para contener fideos, azúcar o yerba. Es conveniente también que sean de boca ancha, así es más fácil manipular y limpiar lo de adentro. También se puede improvisar un tarro de boca ancha cortando un bidón de PET (como los que vienen con agua) de 5 u 8 litros. Con un tarro de 20 cm de altura o un poco menos es suficiente.

Puse más precisiones sobre los tarros en esta página.

En el tarro se pone una capa de tierra de, como mínimo, 15 cm de altura. A continuación ubicamos a la oruga sobre la superficie de la tierra y esperamos. A algunas orugas enseguida les cae la ficha de que están justo donde querían, y otras pueden seguir caminando en redondo por la superficie de la tierra hasta un par de horas. Es posible que en ese momento estén bajo la influencia de alguna hormona que las hace caminar para alejarse del lugar donde estuvieron alimentándose, y no para «encontrar tierra».

La tierra para pupas

Si bien las pupas que se forman bajo tierra pueden ser conservadas vivas con algún otro método, para mí es preferible que permanezcan enterradas, porque la tierra conserva bien la humedad y hace más difícil que las pupas se desequen.

En este caso se usa tierra de jardín, o de un parque, o… tierra, ¿viste? Nada del otro mundo. Eso sí, le tengo un poco de desconfianza a la «tierra fértil» para plantas, porque viene con mucho humus y restos de hojas, y sospecho que eso puede promover que las pupas tengan hongos o algo. Pero en general no tengo idea de cuál es la relación entre las pupas y los microorganismos de la tierra. Con tierra tomada del suelo y que esté apenas húmeda no hay mayores problemas. No tiene que estar ni muy húmeda ni muy seca.

Cómo cuidar pupas enterradas todo el invierno

Cuando tenemos una oruga que se enterró para hacer su diapausa invernal (así se llama este período de espera hasta la primavera) podemos tener a cargo el tarro con tierra, con la pupa en su interior, durante unos 5 a 7 meses, dependiendo de si la pupa pertenece a una especie que eclosiona temprano o tarde. Esta demora no requiere de muchos cuidados adicionales, ya que la tierra es un refugio seguro. Un riesgo de la espera tan larga es que la pupa se deseque, pero como en la parte baja del tarro la tierra tiende a conservarse húmeda, es poco probable que eso pase. Cuando tengo una pupa invernal yo riego la tierra de vez en cuando, pero bastante poco, para que no se forme barro en la parte inferior del contenedor. De todas formas, ante la duda siempre está la posibilidad de desenterrar la pupa para ver cómo va todo y volver a taparla con tierra.

Para desenterrar una pupa a fin de ver cómo va, conseguir un papel grande —una o varias hojas de diario, por ejemplo— e, inclinando el tarro, ir volcando la tierra en el papel. Cada tanto, parar y espiar adentro del tarro para ver si ya vemos a la pupa. Cuando aparezca, retirarla con la mano. De paso podemos verificar si la tierra se está manteniendo bien (medianamente húmeda), si se está secando demasiado o si se nos está yendo la mano con el riego.

Alternativas a la tierra

Algunas personas mantienen a las pupas «de las que se entierran» todo el invierno entre servilletas húmedas y prescinden de la tierra, pero con ese método existe un riesgo bastante alto de que en tantos meses se nos olvide renovar o mojar las servilletas y que la pupa se deseque.

La temperatura adecuada

En climas más fríos, los que cuidan pupas como estas durante el invierno las meten en la heladera, ya que en el exterior soportan naturalmente temperaturas bajo cero. Personalmente no he necesitado exponer las pupas en diapausa invernal a la temperatura del exterior de la casa, pero hay que tener en cuenta que mi casa permanece poco calefaccionada en invierno y que en el exterior tampoco llega a hacer demasiado frío. Hay que evitar la calefacción excesiva para evitar que las pupas se «confundan» y eclosionen antes de la primavera.

Varias pupas en un mismo tarro con tierra

Es posible que un solo tarro con tierra sirva para varias pupas. Si no tenemos otro tarro y sí muchas orugas que quieren pupar, pueden estar un poco amontonadas sin que les haga nada. Pero las condiciones de comodidad —como para que cada oruga pueda llegar al fondo del tarro sin problemas— son, diría, unas 4 pupas por tarro, suponiendo un tarro del tamaño de un frasco grande de aceitunas (22,5 cm de alto × 15 cm de diámetro en la base).

Para saber si una pupa enterrada está viva

En el caso de las pupas grandes que maduran bajo tierra, las que están vivas son más pesadas que las muertas, pero eso solo es posible aprenderlo por experiencia. Si la pupa se ve bien exteriormente (no tiene que partirse sola ni tener bichitos devorándola… ¿OK?), lo más probable es que goce de buena salud. Pero también se puede ver si está viva verficando que pueda mover el abdomen: por lo general las pupas sienten que se las está manipulando y mueven los segmentos del abdomen para los costados. De todas formas, con el tiempo es posible aprender a reconocer a una pupa viva sin mucha necesidad de estar mirando si se mueve o no.

Tras la verificación, volvemos a ubicar a la pupa más o menos donde estaba y la tapamos de nuevo con la misma tierra que volcamos.

Es posible que todo este procedimiento haga que la tierra quede más suelta y que eso ayude a que la mariposa pueda subir hasta la superficie cuando salga de su estado de pupa, pero se me ocurre que tienen que ser capaces de salir a través de la tierra un poco compactada también, ya que en la naturaleza nadie las cuida y la tierra seguramente se apelmaza durante todo el invierno.

Para saber si una pupa en un capullo está viva

Hay capullos de seda de diferentes clases. A algunos es fácil abrirlos para extraer la pupa que está adentro, o son semitransparentes. Otros están hechos de una seda tejida de tal forma que bloquea el paso de la luz y solamente se pueden abrir cortándolos con una tijera. Obviamente, extrayendo la pupa del capullo puede verse si esta es capaz de mover el abdomen; pero si no te animás a hacer esa «operación», podés trasladar el capullo a un ambiente más o menos silencioso y prestar atención de vez en cuando. Algunas pupas se mueven dentro del capullo, haciendo ruiditos.

Para saber si una crisálida está viva

En el caso de las crisálidas, la manera de saber si están vivas depende un poco de la especie. Por ejemplo, las crisálidas de mariposa espejitos son capaces de mover el abdomen, por lo que si se quedan quietas varios días hay que sospechar que les ocurrió algo; también es posible comprobar a trasluz si la crisálida está llena o hueca. Las crisálidas de mariposa monarca, por otra parte, se ponen negras o sufren decoloraciones cuando se estropean. (Aunque... ojo: cuando una crisálida de monarca esté «madurando» para eclosionar, ¡también va a empezar por ponerse oscura!).

Reubicar crisálidas

A veces, en los mariposarios, los que cuidan el lugar van recogiendo las crisálidas que se formaron por ahí y las ubican todas juntas en un sitio donde se pueda ver bien la eclosión. En ese caso tienen que despegar la sujeción de seda de las crisálidas y volver a pegarlas colgando de una varilla horizontal. Si encontramos alguna crisálida donde no debería estar y queremos tasladarla a otra parte, se puede hacer ese procedimiento.

Hay que recordar que el cremáster de la crisálida está agarrado del soporte (ramita, pared, etc.) con seda. Lo primero que hay que hacer es asegurarnos de que vemos bien lo que estamos haciendo, y luego aflojar la base de seda cuidando de no apretar la crisálida. Yo uso una trincheta para eso. Si la crisálida se despega con un buen pedazo de seda, mejor.

Otra posibilidad es atar un hilo al cremáster de la crisálida y tirar de él con cuidado hasta que la crisálida se desprenda de su soporte.

A continuación hay dos opciones:

  1. dejar la crisálida acostada en un recipiente (no le hace nada), o
  2. tratar de colgarla nuevamente de un palito o maderita.

Yo lo que hago es buscar un buen espacio en el escritorio, dejar un palito apoyado horizontalmente sobre él, poner plasticola en la seda de la crisálida, pegarla al palito en posición acostada y dejar que se seque así. Después acomodo el palito en un pinchaflores o florero con la crisálida colgando en la posición vertical que le es natural. Cuando no quedó mucha seda en el cremáster después de que despegamos la crisálida, tal vez sea preferible dejarla madurar acostada, ante el riesgo de que se caiga. Los golpes son fatales para las crisálidas.

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